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Ex alumno recibe reconocimiento Pulsar 2016
Por
Nicolas Curi F.
Publicado:
23 Mayo 2016
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Esteban Vargas recibiendo el premio.
El pasado 10 de mayo, Esteban Vargas, ex alumno de nuestro colegio, recibió el premio Pulsar en la categoría mejor artista de música clásica o de concierto por su composición llamada "La revolución será con cumbias o no será".  El egresado en 2009 nos compartió sus impresiones en la siguiente entrevista. 
Esteban fue el nominado más joven en su categoría. A tan solo dos años de egresar de Licenciatura en Música con Mención en Composición de la Pontificia Universidad Católica de Chile, su trabajo ya cautivó a muchos. El pasado 10 de mayo, en el Teatro Cariola, Esteban recibió el premio a mejor artista de música clasica o de concierto, otorgado por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor. 

La agrupació de artistas musicales entrega el premio  a lo mejor de la creación musical del país durante el período de un año. Son diferentes actores de la música chilena los que participan en el que hasta ahora, es el primer espacio de reconocimiento únicamente para los músicos donde la creación, interpretación, producción y composición de la música se juntan.

4 candidatos se midieron con Esteban, entre ellos profesores y catedráticos de la composición chilena. Pero el "aplauso" -nombre con el que se conoce la estatuilla que entrega Pulsar- quedo en manos de quien hasta ahora participa como director y compositor del ensamble Origami,  agrupación creada por jovenes dedicada a la interpretación de música de cámar.

Escribimos a Esteban y esto fue lo que nos compartió:

¿Cuál fue tu primera sensación al momento de conocer el resultado?

Estaba súper nervioso. Cuando tuve que ir al escenario sólo pensaba “párate derecho y camina sin caerte”. No sé si estaba sintiendo algo más en verdad. Sólo después, cuando bajé, me di cuenta que sentí mucho alivio.

¿Esperabas tal reconocimiento?

No sé muy bien. Por los comentarios que me hacían mis amigos y colegas, sentí que no estaba tan perdido en lo que estaba proponiendo. También es algo que no se está haciendo tanto en la música contemporánea chilena de este rubro -la música “de concierto” como le dicen-,  hacerse cargo de lo popular, no sólo en lo que se entiende como música popular, sino a todo lo que conlleva trabajar con la cultura pop, con los referentes que compartimos como colectividad. Por otro lado, también estaba consciente que el resto de los nominados eran músicos con por lo menos 10 años más que yo, la mayoría profes universitarios, con buenas propuestas. Así que a decir verdad, no sabía muy bien qué pensar.

 ¿Cómo fue tu camino en la música? (De pequeño estudiaste, guiado por la familia, invertiste mucho) 

Mi acercamiento con la música fue bien tardío igual. No sé cómo funciona ahora, pero cuando yo estudié en el Alonso el ramo de música duraba hasta 6to, de ahí en adelante habían talleres en las tardes en los que, si querías, podías escoger música. Creo que recién en 8° o 1°M  me metí, antes pasando por diseño o arte, no recuerdo. 

Yo tocaba de forma muy básica el teclado, por mi cuenta, y me compré un bajo para hacer una banda con otros compañeros del taller. Tocamos covers. (La música) no pasaba mucho conmigo, hasta que en algún momento hubo que comenzar a hacer arreglos de los temas que íbamos a tocar. El Alberto, uno de los amigos de la banda, me dijo que lo intentara. Yo no cachaba nada, no leí ni escribía más que lo que se aprende en básica. Él me recomendó que usara un programa de notación que se llama Guitar Pro, que era intuitivo y que no necesitaba saber leer música para usarlo. Comencé a probarlo, a hacer los arreglos de los temas para la banda y por primera vez a componer cosas propias, temas para banda, temas mamones para piano, música de RPG. Parece algo anecdótico, pero si no hubiera llegado al Guitar Pro por sugerencia del Alberto, si no hubiera tenido esa herramienta para experimentar, nunca hubiera sabido que me interesaba la música. Quiero decir, me gustaba como le puede gustar a cualquier persona creo, pero nunca pensé que pudiera ser una herramienta para mí, para comunicarme, ni que pudiera llegar a ser bueno en eso.

Luego Esteban se dejo llevar. Su padre era gustoso de la música clásica, hecho que le permitió rondar entre las melodías: los barrocos, clásicos, románticos. Sus composiciones comenzaron en esa línea. Durante aquel periodo, entre los cursos de 2do y 4to medio, la composición tuvo una amplitud en su vida. Muchos fueron bosquejos, pero otras fueron obras completas "Es divertido, pero al mismo tiempo me hace pensar lo solo que debí sentirme: la composición es de por sí un oficio súper solitario, y no tuve mucha gente con quién compartir lo que hacía; tampoco tuve a nadie que las tocara, así que no podía recibir feedback de un público", escribe. 

En el colegio compartió aquel pasaje junto al profesor Rubén Véjar (Música y Conjunto musical) quien le enseñara los conocimientos básicos de teoría musical y luego junto al profesor Joel Tapia, quien lo ayudara a realizar el primer montaje de una obra -un movimiento de un quinteto de cuerdas- durante el 2009, año de su egreso. 

"Siempre pienso que cómo fue posible que haya pasado por toda la educación musical de básica y nunca haya despertado en mí el germen (suponiendo que estuvo ahí) por la música sino hasta después, por un accidente, por una anécdota. Si no hubiese sido por eso, no sé, podría haberme dedicado a cualquier otra cosa. Y en esto no tienen tanto que ver con que los profes de música sean buenos o malos, si no más con el sistema de educación en el que estamos que se basa en la pura acumulación de conocimientos al servicio de nada, sólo de la competencia; capitalismo avanzado, gana el que acumula más saber que el resto", comenta.

¿Consideras que la música debiese tener más protagonismo en la educación actual?

Me carga cuando -a veces de parte de colegas- se defiende la educación musical con ideas sacadas de artículos tipo “Cómo aprender música ayuda al pensamiento abstracto” o “Música para mejorar inteligencia, memorización…”. Lo encuentro detestable. La música no hace bien porque sirve para algo más. No se puede poner al arte al servicio de la competencia de conocimientos, como si todo tuviera sentido en cuanto ayude al NEM.

De repente me da pena cuando escucho comentarios del tipo “y de qué me sirve estudiar música en el colegio si no quiero ser músico”. O sea, sólo se piensa en los conocimientos rentables, en los que se pueden canjear por una carrera, dinero y una posición estable en el futuro. O sea, que esos son los objetivos fundamentales en la vida de esa persona, no la felicidad, no conocer, no pensar críticamente.

¿Cómo recuerdas tu paso por el colegio?

Supongo que está demás decirlo, pero a mí me cargaba el colegio. A veces me sentí en una burbuja en la que a muy pocos (profes y alumnos) les importaba y comentaban lo que pasaba afuera. El sentido de competencia y exitismo, lo encontraba inútil junto al memorizar por memorizar. Además, siempre sentí que hacerlo bien era un imperativo moral impuesto con mis papás, como una deuda que nunca quise tener. El 2011 pensé mucho sobre todo esto: se supone que yo estudié en un “colegio de excelencia”, tuve una “educación de calidad”, pero ¿por qué estábamos peleando para que todos la tuvieran? ¿por qué alguien querría tener una educación así? Yo la detestaba, no podía entenderlo. La razón última es que una “educación de calidad” para todos es sinónimo de una mayor justicia social, mayor igualdad de oportunidades, mejores aspiraciones laborales y salariales. Al final todo se reduce a eso. 

¿Cuándo fue que la frase “la revolución será con cumbias o no será” salió de ti? (cómo fue que pensaste el concepto, o lo sentiste) 
¿Podrías explicar brevemente que advierte tu obra?


La obra tiene un subtítulo que dice: Volada para orquesta sobre un tema de Chico Trujillo y un graffiti al frente de mi casa. El nombre viene directamente de ese grafiti que está en calle Brasil, entre Rosas y San Pablo…o debería decir que está a medias, porque esta semana alguien rayó con otros grafitis ese muro, y lo tapó parcialmente. Es parte de la naturaleza invasiva y a la vez frágil del grafiti. Eso mismo me hizo pensar, cuando comencé a escribir la obra: sería muy lindo hacer que 60 músicos tocaran una composición inspirada en algo tan volátil, tan anónimo, tan pasado a llevar.

La cumbia está totalmente asociada al carrete. Así que cuando le puse atención a ese grafiti y empecé a pensarlo más allá de lo divertido que era, me pregunté: ¿pueden nuestra música de fiesta, nuestras historias de desamor, nuestra vida sexual ser la clave de una liberación más grande, de una vía política incluso? Le he dado varias vueltas a eso y creo que la obra, más que una respuesta, es parte de la pregunta. O sea, yo te puedo contar lo que pienso que “advierte” la obra, pero una de las cosas que más me gusta de LA REVOLUCIÓN es su ambigüedad, y que lo que yo te diga sobre ella no es más válido que lo que diga otra persona. Tiene una condición colectiva que hace que vaya más allá de lo que yo pueda pensar sobre ella, incluso siendo el que la compuso.


¿Qué mensaje podrías transmitir a aquellos que se encuentran hoy decidiendo si seguir la música o no?

El arte es algo que requiere mucha inmersión y oficio, así que yo creo que el estudio es fundamental. No tiene por qué ser en una universidad o instituto, uno puede pagarse profes particulares y aprender lo mismo o más, o se puede aprender tocando con gente con más experiencia que uno. Es una opción que no descarto, pero que necesita sí que conozcas gente que te pueda asesorar. En caso de seguir un estudio en una institución, yo incentivaría a investigar con gente metida en ellas, a no tener miedo a escribirle a estudiantes o a profesores para pedir referencias de las escuelas que a uno le interesan, ver si realmente cumplen con los intereses que uno tiene. Pero al final, lo más importante es tirarse al agua. Uno no puede investigar lo suficiente para saber si realmente se desea dedicarse a algo hasta que lo ha probado.
 


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